EL
MISTERIO
DE LOS
ROLLOS
Un relato de los alumnos del I.E.S. Camino de Santiago, de Burgos.
El curso discurría tranquilo para mis alumnos y para mí. Este año había conseguido tener un buen grupo de chicas, junto con un chico, que habían apostado por presentarnos a los premios de LOS NUEVE SECRETOS y ya llevábamos un tiempo trabajando. Mi nombre es Miguel Ángel Santillán. Habíamos diseñado las rutas de viaje para estudiar los rollos y, en la última, saltó la sorpresa que ocurrió de esta manera que recuerdo de forma imborrable.
Álvaro, junto con Esmeralda, estaban midiendo la base de aquel rollo cuando un grito típicamente femenino se escapó de la garganta de Esmeralda.
- ¿Qué ha pasado? - Pregunté a Esmeralda entre divertido y preocupado.
- Nada, nada, - dijo Esmeralda-, que un ratoncillo ha salido de un hueco de ahí abajo y me he asustado.
Nos juntamos los cinco que allí estábamos y empezamos a buscar de dónde había salido el bichejo. Vimos una pequeña oquedad y todos nos agachamos para ver que había dentro. Bueno, se agacharon todos menos yo porque mi lumbago me recordó de inmediato qué cosas no debo hacer. Álvaro sacó una pequeña linterna y enfocó al interior del agujero.
- Profe, ahí dentro hay algo, -exclamó hurgando en el interior con un palo que se había procurado en los alrededores.
- ¿Qué ves? -Le dije.
- No sé, pero algo suena cuando le doy con el palo. Suena como a lata.
- Será una lata de Coca-Cola. Anda, déjate de bobadas y seguid midiendo, que se nos va a hacer de noche, -apuré a Álvaro para que dejase de enredar.
Cristina y Berta agachadas mirando la luz de la linterna volvieron a insistir.
- Profe, que de verdad, que ahí dentro brilla algo, -dijeron casi al unísono ambas chicas.
Empezaba a estar un poco harto porque estábamos perdiendo un tiempo de luz precioso así que me agaché, recordando mi lumbago, y miré la luz de la linterna. Y allí lo vi. Parecía algo metálico como había dicho Álvaro. Así que sin más comencé a excavar y a retirar unas piedras que impedían acceder al interior de la cueva. No nos costó demasiado el hacer un hueco para que Álvaro introdujese la mano y que éste consiguiese extraer un pequeño cilindro de un metal extrañamente pulido y brillante en el que no apreciamos ninguna mancha de óxido.
Antes de que me diese cuenta, un montón de artefactos que parecen hechos por el diablo y que se conocen con el nombre de móviles, empezaron a fijar en sus pantallas la mano de Álvaro con el extraño objeto. Fotos de no se cuantos píxeles quedaron grabadas en memorias que nada tienen que ver con la humana.
Luego, un extraño silencio nos invadió. No sé por qué, intuimos todos que aquello era algo importante.
Miramos a nuestro alrededor y nos aseguramos de que nadie nos veía. Rápidamente terminamos con nuestras obligaciones en ese pueblo, nos montamos en el coche y nos marchamos de allí.
Dentro del vehículo y durante el trayecto de vuelta estuvimos con una excitación enorme, todos queríamos hablar, así que tuve que emplearme a fondo para que aquello no reventase.
De pronto y al intentar pasarse unos a otros el cilindro, Berta exclamó:
- Profe, que esto da vueltas, que he notado cómo giraba en mi mano.
En un arcén de la carretera paré el coche de forma brusca y me di la vuelta junto con Cristina que viaja en el asiento del copiloto. El coscorrón que nos dimos hizo que ambos nos rascásemos la cabeza aunque nos reímos los dos.
- A ver, le dije a Berta, -déjame ese chisme.
Berta me pasó el cilindro que, efectivamente, tenía una especie de línea hacia su mitad.
Y sin más, con esa determinación y con la protección divina que Dios presta a los audaces, me puse a desenroscar las dos partes del artefacto hasta que me quedé con una en cada mano. Pero en la parte que quedó en mi mano derecha sobresalía algo que parecía un pergamino o papel o algún soporte de escritura antigua.
Lo extraje y recuerdo que tenía un tacto cálido, suave, casi me pareció que agradecía su descubrimiento y noté, sorprendentemente, como si quisiera decirme algo. Al estirarlo, comprobé al intentar leerlo que estaba escrito en alguna lengua que me era totalmente desconocida pero aunque no lo he mencionado todavía, el otro profesor que comparte conmigo la responsabilidad de guiar a estos alumnos , Fernando Guillomía Sofín, es un experto en lenguas antiguas, además de especialista en Latín y Griego.
Antes de darme cuenta Esmeralda ya había marcado el número del móvil de Fernando y estaba hablando atropelladamente con él.
- Fernando, Fernando, que hemos “pillao” un chisme que tiene unos papeles dentro escritos en algo raro. Oye, que dice Miguel Ángel que dónde nos vemos, que llegamos a Burgos en veinte minutos y que es muy urgente, -le espetó Esmeralda a la velocidad de Fernando Alonso en la recta de tribunas de cualquier circuito de fórmula uno.
Comencé a reírme descontroladamente porque me imaginaba la cara del pobre Fernando intentando dar sentido a lo que Esmeralda le había espetado de golpe. Así que después de un rato recuperé la respiración y pedí a Esmeralda que me pasase su teléfono.
- ¡Hola Fernando! Te cuento. En la base de un rollo hemos encontrado un objeto de metal dentro del cual hay una especie de papel escrito en una lengua que desconozco. Desde luego no es ni latín, ni griego ni nada que yo haya visto antes. ¿Dónde estas? ¿Cómo vas de tiempo?
Al otro lado de la línea un Fernando calmado e intrigado me preguntó
- ¿Cómo es esa escritura? Descríbeme un poco cómo es para preparar algo porque estoy en casa y puedo coger algún diccionario. ¿pasáis a recogerme y nos vamos a tu ático?
- Por lo que veo es como si todo estuviese unido, con una especie de barra que une por la parte de arriba todas la palabras y con cierto aire oriental. No creas que puedo decirte mucho más hasta que lo veas. En quince minutos pasamos por tu casa, te recogemos y nos vamos todos al ático, -le dije a Fernando todo lo deprisa que pude porque Esmeralda no hacía más que decirme que se le iba a acabar el saldo de su teléfono.
- Vale, con esas pistas que me das no te puedo decir nada ahora mismo. Así que venga, os espero dentro de un rato. Hasta ahora, -se despidió Fernando.
Veinte minutos después llegamos a la casa de Fernando, subí a su piso y le enseñé uno de los escritos que salió del tubo. Fernando lo cogió con ese aire de padre que coge por primera vez a un recién nacido, pero con la experiencia del que ya ha cogido a muchos. En cuanto se lo acercó a los ojos exclamó
- ¡Coño, esto parece sánscrito!, se le escapó al siempre comedido profesor de Latín y Griego. Y ¿dónde dices que estaba?, ¿cómo lo habéis encontrado?, espera que cojo unas cuantas cosas y nos vamos. ¿Están los chicos abajo? Espera un poco.
La situación me divertía. Mi compañero del instituto estaba fuera de sí. Estaba tan nervioso como un adolescente en su primera cita porque adivinaba algo excitante, algo que rayaba con la aventura, con la posibilidad de ver y saber algo que sólo él podía descubrir.
Al momento apareció con su portátil, un motón de libros en una bolsa y una sonrisa de oreja a oreja porque se sabía el protagonista de una aventura colectiva.
Nos montamos en el coche y llegamos al ático. Me complace decir que es un lugar tranquilo con unas preciosas vistas a las agujas de la catedral y donde tengo toda una infraestructura para realizar estas tareas. La temperatura era algo fresca, por lo que encendí la calefacción. Rápidamente nos acomodamos y empezamos a trazar un plan de actuación.
Fernando nos dejó hablar mientras él se retiraba discretamente hacia un lateral de la estancia con los documentos en la mano.
Nosotros sólo hacíamos que vociferar presos de una sobrexcitación que se traducía en frases atropelladas, teorías conspiranóicas, misterios de la antigüedad y demasiada ignorancia. Hablábamos de llevar el cilindro de metal a la Universidad de Burgos o al Museo de la Evolución Humana para que con su dotación de última generación nos aclarasen qué metal era, pretendíamos elaborar una página de Internet para que expertos mundiales la tradujesen. Alguien, no recuerdo quién, decía que quizás fuesen las claves que explicasen la construcción de las pirámides de Egipto…, en fín, terminamos diciendo que había que entregar a la Guardia Civil nuestro descubrimiento para que no se nos considerase como ladrones.
Muy lentamente nos fuimos calmando y callando a la vez, y como pidiendo explicaciones, volvimos la vista hacia Fernando. Éste llevaba un buen rato manejando diccionarios y su portátil, así que no resultó extraño cuando dijo:
- Tengo una idea aproximada de qué va. Escuchad. Habla de un hombre que tiene un secreto que cuenta en estos papeles. Poco más puedo deciros ahora. Tenéis que darme más tiempo, dijo mirándonos a todos.
- ¿Cuánto tiempo? -Le preguntamos prácticamente todos al unísono.
Fernando sopesó los documentos y dijo:
- Yo creo que… en una semana podré tener todo traducido porque es complicado ya que he descubierto giros que indican que son muy antiguos y eso me lleva a consultar con algunos especialistas que conocí en el último Congreso al que asistí y…
- Vale, vale, vale, -le interrumpí. Tienes una semana. El próximo viernes quedamos aquí a las cinco de la tarde. ¿De acuerdo? Pues venga, ni una palabra a nadie de todo esto y a esperar.
Todos asintieron sabiendo que era Fernando el que tenía todos los ases.
Durante toda la semana siguiente, el bueno de Fernando se vio sometido a un acoso propio de un maestro que reparte caramelos entre sus niños. Bailábamos a su alrededor como perrillo ante su amo. Y siempre con la misma pregunta. ¿Cómo va “eso” Fernando? ¿Cuánto te falta? Hasta tal punto le presionamos que el jueves decidió hacerse “invisible” en su despacho y permaneció en otro lugar del centro que no pudimos averiguar.
Por fin llegó el ansiado viernes y, tras una espera que se hizo eterna, dieron las cinco.
Por una vez los chicos fueron enormemente puntuales pero Fernando nos hizo esperar, cosa inaudita en él, cinco minutos. Para amenizar la espera preparé café con lo que el pequeño ático se inundó de un agradable aroma.
Nos sentamos todos y esperamos a que Fernando desentrañase los misterios descubiertos por nosotros en el pueblo.
Fernando comenzó su relato de esta manera. En plan profesor nos dijo:
- Antes de leeros la traducción he de explicaros varias cosas. La primera es que lo que encontrasteis la semana pasada está escrito en sánscrito.
Paseó por nosotros su mirada de forma muy lenta, para captar nuestra máxima atención, y continuó diciendo:
- Esta palabra, sánscrito, significa “perfectamente hecho” y creo, por lo que luego os explicaré, que fue una lengua elegida deliberadamente por su autor. Sir William Jones, quien identificó por primera vez la familia indoeuropea de lenguas, describió al sánscrito en estos términos: "Una maravillosa estructura más perfecta que el griego, más copiosa que el latín y más exquisitamente refinada que ningún otro."
Lo segundo que debéis saber es que es una lengua de la familia indoeuropea y que todavía se habla y escribe en la actualidad tal y como nació aunque su antigüedad se pierde en el primer milenio antes de Cristo.
De nuevo hizo una pausa para tomar aire y siguió desgranando su exposición.
- Lo tercero es saber que hay muchas palabras en nuestra lengua castellana que tienen su origen en el sánscrito como son avatar, yoga, gurú, esvástica… por lo que esa lengua antigua debió ser aprendida por nuestro autor. Es más, -añadió con seguridad, creo que nuestro hombre conoció de primera mano el lenguaje en el que escribe.
Debimos poner todos tal cara de tontos, que Fernando tuvo que aclarar
- Vaya, que estoy seguro de que viajó a la India y allí aprendió sánscrito. Creo que aprendió y escribió en esta lengua para asegurarse de que si alguien, alguna vez, encontraba este cilindro y fuese capaz de traducirlo sería una persona muy culta, inteligente y que sabría qué hacer con las revelaciones que cuenta.
Aquello prometía cada vez más así, que le apuramos para que nos siguiese contando cosas. Fernando, en el mismo tono solemne en el que llevaba toda la tarde, continuó.
- Finalmente, tengo que deciros que la historia me ha sorprendido. He traducido todos los giros al lenguaje actual para que podamos comprender mejor lo que se nos cuenta. No os lo vais a creer, pero explica cosas que nadie ha sido capaz de vislumbrar hasta ahora. De verdad que cuesta creer esta historia. Como sólo tengo una copia de la traducción, os la voy a leer. Así que poneos cómodos, que es larga.
Buscamos asientos para que formasen un semicírculo en cuyo centro se ubicó Fernando para que todos pudiésemos escucharle claramente.
Hecho un silencio cartujano, Fernando comenzó a leer:
<<Ya es tarde y estoy cansado. Mi misión está a punto de terminar y otros vienen que la continuarán. No ha sido fácil cumplir el mandato de mi superior al que nunca conocí. Pero, perdonad que no me haya presentado, soy tan viejo que olvido fácilmente los modales.
>>Mi nombre no es lo importante pero os daré uno de conveniencia. Llamadme Gil, Gil de Burgos. Nací en un pequeño pueblo soriano, de familia pobre pero con ese aire de gente grande que tenemos los castellanos; no destaco por nada, ni por mi rostro curtido por mil heladas y doscientos calores ni por mi figura encorvada, fuerte pero discreta.
>>Muy pronto mi padre me dejó ir con alguien que se ocupó de mí hasta que tuve la edad suficiente para desempeñar la función que se me encomendó. No sé por qué me eligió ni las razones por las que mi padre no puso ninguna traba para que me marchase con aquel forastero. Seguramente influyó el hecho de nacer en Castilla, donde los hombres se curten de una manera especial, donde nuestro carácter severo y nuestra palabra bien valen su peso en oro.
>>No os diré dónde se me enseñó a desempeñar tan difícil oficio ni tan siquiera quién ni cuántos me formaron. Sólo puedo deciros que fue en lugares muy lejanos y todo fue muy severo, a veces hasta doloroso. Mi formación fue un compendio de disciplinas en las que se mezclaron con sabiduría, desarrollada a lo largo de muchos cientos de años, la Filosofía con el Arte, la Historia de la que tanto se puede aprender con la Lengua que permite la comunicación entre los hombres, de la Retórica con la Aritmética…Se me enseñó a guardar secretos, a permanecer siempre detrás, a estar callado, a influenciar a los poderosos, a vivir si conocer a ninguno de los míos, a renunciar a todo tipo de placeres, entre los más dolorosos el no poder tener herederos. Nada podía ni debía distraernos de nuestra misión fundamental, de la que era nuestra única razón de vida a la que nos habíamos entregado por completo: se nos formó para ayudar a que el mundo fuese más justo o, si lo preferís, debíamos ayudar a los hombres a impartir justicia.
>>Con razón el entrenamiento fue tan exhaustivo. Pero al final me convertí en uno más de los OMES JUSTOS [i] . Se me asignó una zona de Burgos donde llevar a cabo mi misión. Y la llevé a cabo como se me había enseñado hasta hoy.
>>Pero hoy…hoy hago algo que jamás pensé que haría. He roto uno de los juramentos que más obligan a los hombres como yo. Hoy voy a contar lo que sé y lo hago porque conmigo desaparece una estirpe de hombres que siempre ha estado ahí pero de la que nadie ha sabido hasta ahora.
>>Si queréis buscar en monasterios, bibliotecas o cualquier otro centro del saber, nada encontraréis sobre nosotros. Ni tan siquiera las crónicas más antiguas dan cuenta de nuestra presencia. La iglesia, con todo su poder, tan sólo supone que existimos pero no encuentra certezas suficientes para poder intervenir. Hasta tal punto mantenemos nuestro anonimato, que nos está prohibido conocer a otro OME JUSTO. Sin embargo, a lo largo de generaciones y generaciones siempre hemos estado presentes.
>>En mi querida Castilla y al rincón de Burgos que se me asignó para cumplir mi misión, llegué con una cierta edad y con un oficio que me permitía estar en todos los sitios sin estar en ninguno. Bien aleccionado en mi entrenamiento, sabía que no podía mantener una residencia fija donde fácilmente se me reconociese.
>>Ya os he revelado mi misión, ayudar a los hombres a impartir justicia. Pero en la época en que me tocó vivir esta misión exigió de mí todo lo que mi entrenamiento me enseñó y aún más. Recordad que me encontré con una Castilla ignorante, temerosa, supersticiosa en muchas de sus creencias pero que había sido capaz de, con Nuño Rasura y Laín Calvo, crear la admirada figura de los Jueces de Castilla. Ahora veo por qué mi superior me envió aquí, a mi querida Castilla. A veces pienso que aquellos jueces tal vez pertenecieron al grupo en el que yo me hallo. No duró mucho aquel momento y de nuevo se volvió a las tinieblas.
>>Os preguntaréis cómo yo, un solo hombre, podía influir y conseguir que los hombres utilizasen la justicia para dirimir sus pleitos. Os contaré algo que quizás ya sepáis, pero que es verdad desde la noche de los tiempos: los símbolos existen. ¡Por eso los usamos! Algo que se ve pero que muy pocos saben interpretar. Cuando fue necesario utilizamos la madera, después fuimos maestros de la piedra… luego usamos otros medios que no revelaré. Pero siempre empleamos la línea vertical que sugiere seguridad, firmeza que yo siempre uno con el poder. En épocas pretéritas piedra hincadas no muy lejos de donde he vivido[ii] han proporcionado las mismas seguridades. Se me enseñó que en otros lugares de Gaia, [iii]los tótem o los monolitos eran símbolos de poder, de representación de fuerzas que no comprenderíais ni aún hoy.
>>No os extrañaréis, por tanto, de que con el paso de generaciones y generaciones los hombres fuesen asociando a las columnas con formas de poder donde muchas veces se infligió tormento, donde se castigó a las gentes. Y creedme, castigo y justicia son partes de un todo hasta el punto de llegar a confundirse.
>>Gente anterior a mí, allá por la decimotercera centuria de esta era, ya clavó maderos verticales en el suelo con una clara voluntad justiciera. Les dieron el nombre de picotas. Para reforzar el símbolo del madero vertical, gente a la que no conocí, logró que un pregonero, una persona que decía en voz alta lo novedoso del lugar, gritase el por qué de la pena del reo para que la gente comprendiese, al escuchar el relato, que hay unos principios que hay que respetar. Añadid que si todo lo anterior se hacía los días de mercado, el efecto era aumentado hasta el máximo que podían entender los hombres de aquellos tiempos.
>>Si sois inteligentes, y me consta que sí , puesto que estáis leyendo esta confesión, os habréis dado cuenta ya de que el mecanismo era muy sencillo: símbolo, más castigo visible, más voz, se traducía en una tenue pero consistente visión de la justicia. Viendo, oyendo y escenificando todos los símbolos, los hombres de Castilla comenzaron a respetarse. Pero, también habréis comprendido que hacer todo lo que ya sabéis, en un solo lugar no servía de nada. Había que hacerlo en muchos lugares, en todas las villas donde fuese posible.
>>Os diré ahora cómo logré influenciar en las mentes para que se erigiesen todos estos símbolos. Volved a creerme, os lo suplico, porque de su gran sencillez se deriva su gran éxito. Bien manejados, el rumor y la envidia son dos armas con las que hice gran parte de mi trabajo. Bastó decir que en tal villa sus hombres habían logrado que los malhechores fuesen ajusticiados en su plaza, en un gran palo de madera, para que los villanos del lugar se precipitasen a construir otra picota para salvaguardar el orden y dar ejemplo a los mal nacidos que por allí se dejasen caer.
>>Os desvelaré otro secreto. Quizás hayáis observado que muchos de estos símbolos verticales llevan una terminación orientada a los cuatro sectores que encuadran el orbe: nordri, sudri, austri y vestri [iv]es la estabilidad, una conciencia cuadrada, el símbolo de la ley, el sistema y el orden; la firmeza, la seguridad, la estabilidad y el conservadurismo; El cuatro es la naturaleza y se relaciona con la tierra. Representábamos también que la justicia se ensanchará por todos los lugares de la Tierra. En ciertos sitios añadimos cabezas de leones. Pocos leones habían visto en Castilla sus gentes en esos tiempos pero, . No penséis que se hizo sin razón. El número cuatro sin embargo, es un animal perfectamente conocido desde antiguo como una personificación del poder y majestuosidad de la naturaleza, personificada en una espléndida fiera de terribles garras y dientes. El león es un animal poderoso que refuerza el símbolo de la columna. ¿Vais comprendiendo la complejidad de lo que aquí representamos? Para terminar rematamos la obra con una esfera para indicar que formamos parte de una unidad, de un ordenamiento universal y que la justicia cubre a todos.
>>Con el paso del tiempo aquellas picotas convirtiéronse en unas construcciones de piedra que comenzaron a aparecer en las villas que, por haber prestado algún servicio especial a los reyes, cambiaban de jurisdicción. A dichas construcciones se las llamaron rollos por su forma de cilindro o columna [v]. Afianzamos todos los símbolos al utilizar un material duro, casi eterno, abundante y fiable: la piedra.
>>No se tardó mucho en confundir ambas, picota y rollo, y juntar todo en un solo símbolo que en el futuro gozará, me atrevo a asegurarlo, de gran aceptación. La semilla estaba plantada.
>>Así, entended que cuando visitéis o paséis por los lugares donde se encuentran estos símbolos no los dejéis olvidados pensando que no son bellos. No creáis que fueron ignorantes lugareños los que levantaron esos vestigios. No os confundáis creyendo que nada significa. Por el contrario si esta confesión ha sido bien comprendida, miraréis a los rollos con respeto sabiendo que contienen un secreto que hoy estáis percibiendo.
>>No sé en qué época esto será descubierto pero si habéis entendido algo debéis recordar que no se pueden destruir los símbolos, que hay que conservarlos, cuidarlos y mantenerlos para las generaciones venideras. Sin símbolos el hombre no es nada. Sin entender qué son, sin comprender qué significan, los símbolos desaparecerán. Vendrán de nuevo la injusticia, la incomprensión y la barbarie. Y no sé si habrá OMES JUSTOS suficientes, para continuar esta obra.
>>Hoy he contado todo esto con la esperanza de que quien lo encuentre haga buen uso de ello. El secreto de los rollos ha sido revelado>>
Gil de Burgos
Cuando Fernando terminó la lectura nos quedamos sobrecogidos pero maravillados del secreto que se nos había revelado.
Tuve la impresión de que todos habíamos crecido por dentro y creo que a todos nos pasó lo mismo. En ese momento de lucidez que a veces nos es concedido, decidimos envolver cuidadosamente los documentos encontrados, introducirlos en aquel soporte que tan bien les había custodiado a lo largo de los siglos, enroscarlo todo y hacer un viaje de vuelta al lugar donde habían sido encontrados para que otros, quién sabe cuando, pudieran volver a leerlos, si es que sabían.
Hicimos ese mismo sábado el viaje. Nos apremiaba el devolver al secreto lo que el secreto nos había revelado. Después de hecho, un vínculo nos unirá para siempre. Ya no seremos más alumnos y profesores. Ahora tenemos una confidencia común y quizás un anhelo, ¿seremos nosotros o alguno de nosotros otra generación de OMES JUSTOS? Discreción y silencio.
Fin
[ii] Tal vez se refiere al menhir o al alineamiento de menhires que existen en la zona del valle de Valdelucio, en el pueblo de Villaescobedo, al NW de la provincia de Burgos. Nota del traductor.
[iii] Nota del traductor: “Gaia”, diosa griega de la Tierra.
[iv] Estas palabras hacen referencia a la terminología germánica que es de donde se derivan los nombres de los puntos cardinales actuales. Nordri=norte, Sudri=sur, Austri=este y Vestri=oeste. Nota del traductor.
[v] Rollo, del latín “rótulos”- “cilindro”. Nota del traductor.